viernes, 31 de mayo de 2024

A dos mil kilómetros

A día de hoy,  a dos mil kilómetros de distancia, en dirección al sur, quizá yo ya no existiría.

 

Querido y desocupado lector, con este encabezamiento te he dejado helado. Lo sé y lo siento. Pero, por una vez, no me estoy refiriendo a las guerras en Gaza y Ucrania.

 

Todos éramos sabedores, yo la primera, que muchos tratamientos médicos que en el primer mundo salvan vidas, en el tercer mundo no están al alcance de la mayoría de los enfermos. Lo constatamos con las vacunas para el Covid. Mientras en Europa nos vacunábamos alegremente y en masa, en África o Sudamérica los enfermos morían en los hospitales, y una nueva variante del virus volvía a extenderse por el mundo. Más recientemente en Argentina, la vacuna contra el virus del dengue, solo se la administran a los pocos argentinos que pueden pagar setenta euros. En los países pobres, donde no hay una sanidad pública que funcione, las empresas farmacéuticas venden sus productos a precio de oro a los pocos enfermos que pueden pagarlos, los cuales deben endeudarse de por vida en el mejor de los casos.

 

Esta terrible injusticia, que todos aceptábamos como un fenónemo inevitable de la naturaleza, ahora me afecta en primera persona por motivos personales. Un medicamento contra el cáncer de mama como el “trastuzumad” no puede suministrarse a las mujeres africanas por sus elevadísimos costes.


https://www.swissinfo.ch/spa/economia/pagar-para-sobrevivir-el-precio-mortal-del-cáncer-de-mama-en-kenia/48065934


Las afortunadas enfermas de Kenia que pueden llegar a operarse y después tratarse con quimioterapia, no pueden acabar de manera definitiva el tratamiento con trastuzumad, un inhibidor absolutamente necesario, que en España sí es administrado a las pacientes y durante un año. Por este motivo, el índice de supervivencia en el primer mundo es mayor, como constaté ayer mismo. Tomando un café con siete compañeras de trabajo, de las que tres éramos enfermas tratadas en hospitales públicos de Catalunya, comprobé que dos de ellas ya disponían del alta definitiva. Qué mejor índice que éste?

 

Y ciertamente, aquí me encuentro, cada tres semanas, en un Hospital público del primer mundo, sentada en una cómoda butaca donada por la Fundación Oncolliga de Girona, donde una amabilísima enfermera o enfermero según el día, me inyecta por vía intravenosa el trastuzumad. Y en esos momentos me invade una inmensa alegría porque valoro el esfuerzo de la sanidad pública y de su personal médico, para curarme, pero al mismo tiempo me doy cuenta de que esa bolsa amarilla que cuelga a mi lado, no se podrá dispensar a las mujeres de Kenia, y por tanto no podrán finalizar su tratamiento.

 

Me siento como el soldado Ryan en la escena final de la película de Steven Speilberg “Salvar al soldador Ryan”. Ya saben los desocupados lectores seguidores de este blog que me interesa la historia sobre la Segunda Guerra Mundial y siempre encuentro conexiones con el presente. En la película de Spielberg, el Presidente de Estados Unidos firma tres telegramas dirigidos a la Sra. Ryan: le comunican la muerte de tres de sus cuatro hijos, losm cuales se encontraban luchando en los diferentes frentes donde Estados Unidos está implicado,  Japón, Europa… El Presidente ordena a sus generales que se movilicen para retornar a casa con su madre al último hijo que todavía está vivo. Qué precio tan alto ha pagado esa mujer. Así pues, muchos soldados americanos morirán en la película por intentar encontrar y rescatar al soldado Ryan, en el desembarco de Normandía. En la última escena de la película, (atención Spoiler), un soldado Ryan ya mayor, viajará con su familia al cementerio americano de Omaha Beach en Normandía. Arrodillado ante las tumbas de quienes murieron por rescatarlo, les cuenta que durante su vida ha intentado ser digno de lo que se pagó y luchó por él. Así me siento yo, cada tres semanas. Pienso en lo afortunada y privilegiada que soy, y en qué he hecho yo para merecer ese privilegio, como no sea haber nacido aquí simplemente.

 

No hace muchos años, en Cancerland, el país imaginario donde últimamente había vivido el escritor Paul Auster, ricos y pobres eran iguales. Por entonces, todos creíamos que la terrible enfermedad nos igualaba a reyes y emperadores. Por las pantallas de nuestros televisores veíamos desfilar las imágenes al Sha de Persia, del rey Hussein de Jordania, o de la cantante Rocío Jurado, cuando volvían a casa, en un avión medicalizado, derrotados, después de haber intentado lo último en las mejores clínicas  de Estados Unidos. Pero ahora la investigación y los avances contra la enfermedad han beneficiado mayoritariamente a los enfermos de Cancerland del primer mundo.

 

A menudo comparto la sala de espera del hospital con algunas mujeres inmigrantes. No puedo evitar pensar con cierto alivio que gracias a que han emigrado a Catalunya, y viven y trabajan aquí, recibirán un mejor tratamiento médico que en su país de origen. Lo siento así, aunque puede tener un componente paternalista, colonialista o incluso algo racista... esta afirmación que parece de color de rosa. (Los desocupados lectores seguidores ya me conocen y saben  que aunque intento dominar el gen, a veces se me escapan arrebatos racistas ).


http://lilladelesbos.blogspot.com/2020/07/to-be-or-not-to-be.html


Me gustaría que los ciudadanos de Catalunya que se encuentran en la sala de espera de nuestros hospitales valoraran de forma positiva lo que hemos conseguido como país o como sociedad, pero sospecho que no es así.

 

Hablo con familiares y amigos sobre estos temas y un temor contra los inmigrantes que utilizan nuestra sanidad se apodera de algunos de ellos. Sienten que les están robando algo.Ven en estas personas enfermas inmigrantes la causa de que la sanidad pública no funcione ( porque a veces es un caos). Según ellos, los retrasos, los colapsos, la falta de recursos, etc, son causados ​​por los inmigrantes de la sala de espera o del Servicio de urgencias. Así de sencillo. No se les ocurre pensar que a veces frente a nuestros hospitales hay unos gestores ineptos, por ejemplo, como constaté de primera mano en el Servicio de Urgencias.  Así me lo confirmaron por escrito desde la dirección del Hospital Josep Trueta de Gerona cuando formulé la queja. Es mucho más fácil y sencillo culpar de nuestros problemas al pobre y al extranjero, que a un mal directivo o a un mal gestor de nuestros  recursos.


También he tenido que escuchar que no existen recursos para todos, que este sistema público de salud no se podrá mantener con los estándares de calidad que ahora disfrutamos. Alguna persona culta y de nivel social alto me ha dicho que estos inmigrantes sólo vienen a Cataluña para aprovechar nuestros servicios, como una especie de turismo médico similar al de los pacientes ricos de la Clínica Teknon o la Barraquer de Barcelona, donde los príncipes de Arabia Saudí son tratados.

 

Yo no puedo aportar datos económicos que contradigan estas opiniones, pero tampoco las personas con las que he hablado de estos temas. Ni un documento técnico ni económico por ninguna de las dos partes. Sospecho que se trata de la simple constatación en la sala de espera de un hospital.

 

Con ciudadanos que piensan de esta manera, lo tienen muy fácil los partidos políticos de extrema derecha para acaparar votos apelando a nuestros instintos neandertales que tan fáciles son de exacerbar... El enemigo es el judío, en la  Alemania nazi de los años treinta del siglo pasado, o el inmigrante, en el siglo XXI. La extrema derecha siempre tiene soluciones fáciles (se empieza no empadronando a los inmigrantes y se les acaba montando en un tren hacia los campos de concentración) a “problemas” complejos.

 

El investigador Luis Gimeno, especialista aragonés de Medicina Familiar y Comunitaria:

"Ampliar la atención sanitaria a inmigrantes ni satura ni endeuda el Sistema Nacional de Salud".

 http://saludineroap.blogspot.com/2021/02/uso-de-la-sanidad-publica-por-la.html


El politólogo holandés Hein de Haas en diversas entrevistas:

“Los inmigrantes no terminarán con el estado del bienestar. Ni la derecha ni la izquierda quieren entenderlo.”

https://www.elmundo.es/la-lectura/2024/05/20/6646430efc6c83a06e8b45bc.html


La ONG “Médicos del Mundo:

Es falso que las personas inmigrantes colapsen los servicios de atención primaria puesto que los utilizan menos que los autóctonos.

http://www.medicosdelmundo.es/derechoacurar/8-mitos-y-mentiras-sobre-inmigracion-y-sanidad/


Mientras yo acabo de decidir que, en cuanto pueda, volveré a visitar el cementerio americano de Omaha Beach en Normandía.




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