miércoles, 21 de noviembre de 2018

Ara San Juan

Las noticias sobre submarinos de guerra accidentados en las profundidades del mar me afectan de mala manera. No puedo evitar pensar en los últimos instantes de vida de los tripulantes.

Ayer vi por televisión a madres madres argentinas ( otra vez las madres argentinas!!!) llorando desconsoladamente por la certeza absoluta de la muerte de sus hijos (43 chicos y una chica) a bordo del submarino argentino Ara San Juan, tocado y hundido, y encontrado en el océano Atlántico, sentír una mezcla de dolor y de rabia, entre un 60% y un 40% al pensar en aquellos jóvenes soldados que acababan de morir ( hacia un año pero volvieron a morir ayer para sus madres)  por nada.

 Entre todas las noticias de desgracias de cada día ayer, mira tú por donde, acabé llorando por pura empatía con esta. Imaginar por un breve instante la desesperación de perder un hijo en esas circunstancias me descompuso el cuerpo y el alma. Una rabia se apoderó de mí para constatar desalentadoramente la eterna injusticia de la existencia de unos ejércitos formados de Generales que no nunca morirán en primera línea de fuego y por Soldados jóvenes que serán enviados a las trincheras: todos ellos hijos de madres como yo. Madres argentinas, madres rusas, madres norteamericanas, madres yemeníes, madres etíopes, madres sudanesas, madres hondureñas ... Madres de hombres y mujeres que morirán en el peor de los casos en guerras, o en el mejor de los casos en accidentes causados ​​por maquinaria de guerra defectuosa u obsoleta come el submarino argentino.

Os traslado un párrafo del libro "Vida y destino" de Vassili Grossmann, donde Ludmila, madre rusa, va a buscar el cuerpo de su hijo Tolia, muerto en combate defendiendo Rusia durante la Segunda Guerra Mundial.

"Liudmila cubrió con el faldón del abrigo los pies de Tolia. Se quitó el pañuelo de la Cabeza y lo envolvió alrededor de la espalda de su hijo.
−Dios mío, esto no se hace, ¿por qué no te han dado una manta?  Cúbrete al menos los pies.
Se encontraba en un estado de semiinconsciencia en el que continuaba hablando con su hijo,  le reprochaba por sus cartas demasiado breves. Se despertaba de aquel letargo y volvía a colocarle bien el pañuelo que el viento había movido.
Qué bien estaban los dos solos, sin que nadie los molestara. Nadie quería a Tolia. Todos decían que era feo porque tenía los labios gruesos y prominentes, porque se comportaba de un modo extraño, porque era violento y susceptible. A ella tampoco la quería nadie, los suyos sólo veían en ella defectos. Mi pobre niño, tímido, torpe, hijito querido… Sólo él la amaba, y ahora, de noche, en aquel cementerio, permanecía a su lado, nunca la abandonaría, y cuando se convirtiera en una viejecita inútil para todos, él seguiría amándola…  Qué desarmado estaba ante la vida. Nunca pedía nada, era tímido, ridículo; la maestra dice que en la escuela es el hazmerreír de todos, que le toman el pelo hasta sacarlo de quicio y él llora, como un niño pequeño. Tolia, Tolia, no me dejes sola.
 
Palabras rusas escrites hace mucho tiempo, y esta noche en Argentina, seran vuelas a pronunciar por madres por los siglos de  los siglos...Amen.




Gracias Señora Alcaldesa de Barcelona por intentar que en la Feria de la enseñanza del proximo año no hagi un estand del ejército Español que pueda captr nuestros hijos e hijas. Parada ocupada por buitres enviados por esos Generales que anteriorment he mencionado, como si fueran una secta, para transportar-los a primera linea de fuego, donde armes fabricades por nosotros ( bombes o submarinos, defectuosos  o no) nos mataran a nosotros mismos, y de paso enriqueceran a los de siempre.

A ver si lo consigue... aunque será difícil.