sábado, 7 de abril de 2018

La muerte de un ciclista



 
Esta semana ha muerto un ciclista alemán en Mallorca. Una conductora drogada ha arrollado a todo el pelotón de ciclistas con su coche 4X4. Hay también dos ciclistas heridos en estado muy grave. A estas alturas desconozco si han sobrevivido al accidente. Todo el resto del grupo también resultó herido. Pude ver por televisión las imágenes de lo que quedaba de  las bicicletas y son espeluznantes .

Estas noticias me devuelven a la casilla de salida en un pulso que mantengo con mi hijo. Estoy en busca y captura de un deporte que no sea competitivo, que pueda practicar con amigos y que no se lesione. Él ha probado la bicicleta y le encantó, y desde entonces me he negado en redondo a que practique este deporte precísamente por este tipo de noticias. (33 ciclistas muertos en España en 2016, 44 en 2017 según La Vanguardia). Le he sugerido la bicicleta de montaña pero a él le gusta más la de carretera. Dice que las dos modalidades no tienen nada que ver entre sí. Para desgracia mía tiene un grupo de amigos que cada fin de semana salen en bicicleta.  Según él, con la bicicleta de carretera se puede desplazar a pueblos preciosos de alrededor de Girona, las carreteras y el paisaje urbano del Gironès son impresionantes. Es una lucha constante que mantengo con él. Mi hijo todavía es menor de edad y por ahora el marcador va a mi favor. Cuando sea independiente, su madre leona de la sabana no lo podrá proteger de los depredadores (conductores drogados entre otros)  que hay fuera, y seguramente acabará comprando una bicicleta.
Soy una madre del primer mundo que protege exageradamente su cachorro de los pocos peligros que existen en occidente.
 
Hace unos días escuché en un programa de televisión la entrevista a un refugiado somalí que vivía en Noruega. Era entrenador de fútbol femenino y llevaba una vida muy feliz. Lo que más le gustaba y valoraba de la nueva vida en Noruega era el hecho de poder salir a la calle y no tener miedo de que alguien le disparara, le robara o le agrediera. Según él, nosotros los occidentales no valorábamos el hecho de poder dejar que nuestros hijos salieran a la calle a jugar y que no hubiera violencia. Precísamente ayer pude ver en Celrà la escena de un grupo de tres niños pequeños negros de ocho o nueve años cruzando la carretera nacional que atraviesa el pueblo con sus pequeñas bicicletas, sin sus padres, y sin casco (mi hijo no ha cogido nunca la bicicleta sin casco ni cuando tenía tres años). Pensé en sus padres que los dejaban solos cruzando la carretera, puede que estuvieran trabajando, no sé .... Pero seguramente todo es relativo según de donde vengan aquellos niños o sus padres. Si han vivido situaciones de violencia en sus países de África, como el ciudadano de Somalia, cruzar la carretera Nacional II por Celrà no debe suponer para sus padres ningún tipo de peligro.

Y mientras yo cada mañana observo circular por el Barrio Viejo de Girona grupos de ciclistas extranjeros de todo el mundo, que desayunan en las cafeterías del lado de mi trabajo, un adolescente del primer mundo no puede coger la bicicleta de carretera de su padre porque su madre (hiperprotectora?) del primer mundo considera un grave peligro para él circular con sus amigos por las preciosas carreteras que rodean Girona, paraíso de los ciclistas de todo el mundo.

Vaya dudas existenciales que tengo eh?


fotografia de Pere Duran Nordmedia